Transcurrida la Navidad, los habitantes de la costa veracruzana elaboran monigotes con ropas viejas que rellenan, entre otros materiales, con hojas secas de plátano y cohetillos. Les colocan zapatos, guantes y sombreros de palma, así como un “testamento” o letrero, donde escriben su nombre. Estos “viejos”, que simbolizan “el tiempo acumulado” y las privaciones del año que concluye, son quemados a las 12 de la noche del 31 de diciembre, en rituales familiares de renovación, cargados de esperanzas y parabienes.
En el caso del Sotavento veracruzano no existe aún una explicación concluyente del origen de esta tradición, que también se celebra en otras regiones del país y de América Latina. Es posible, como lo planteó el etnólogo Roberto Williams García, que se trate de la adaptación de una costumbre europea, introducidas a través de España. Y es que en el país vasco, en Nochebuena, acostumbran pasear un monigote llamado Olentzero, el mitológico carbonero que reparte regalos a niñas y niños, siendo quemado al anochecer.
Hace algunas décadas, al atardecer o caer la noche, un grupo de varones sacaba a “parrandear al viejo”, es decir, recorrían el vecindario, solicitando una “limosma”. Uno de ellos cargaba “el viejo”, recostado en una silla de madera. Tan pronto era colocado frente a la vivienda o al negocio, se aparecía el “diablo” para llevarse su alma; la “viuda” con avanzado embarazo (simbolizando el año nuevo), que se lamenta y llora; el “médico” que diagnostica su muerte inminente; el “cura” que bendice; y el “juez” que leía el testamento. Después de esta dramatización, bailaban al ritmo de una rústica sonaja de corcholatas, coreando el siguiente estribillo: “Ahi viene el viejo, un vai que zumba, a bailar señores, a bailar la rumba”.
En las últimas décadas esta tradición ha sufrido notables cambios, por la influencia del vecino Oteapan, donde organizan desde 1984, el último domingo del año, el concurso del “pobre viejo”. En la tarde de ese día se efectúa en dicho pueblo el paseo de comparsas que culmina en el parque municipal. Allí los participantes –hombres que portan vestidos extravagantes y cubren sus rostros con máscaras y pelucas– realizan elaboradas coreografías, bailan sensualmente y cantan versos mordaces y satíricos.
En su mayoría los grupos que ahora recorren las ciudades del sur de Veracruz proceden de Oteapan y son imitados por algunos grupos locales. Éstos ya no cargan al monigote. Uno de ellos lo representa, portando una máscara de anciano; y otros se disfrazan de “bailarinas”, atrapando la atención del público con música de chunchaca –que reproducen con sus aparatos de sonido–, con sus juegos chuscos y sus bailes sensuales.
Fotografías: El viejo en el puerto de Veracruz, Joaquín Santamaría, c. 1935-1936. Olentzero en San Sebastián (España), 1931, tomada de Wikipedia.